Y sabes esa sensación de cuando alguien pasa por tu vida como si no pasara nada.
Como si no te hubiera despeinado.
Que se va pero que ya reclamabas su ausencia mucho antes.
Que no se embarró ni se ensució las manos cuando caiste en aquel charco, esa persona que nunca te defendió de forma acérrima.
Que nunca expió tus pecados por si se atragantaba con la manzana.
Esa persona que te admiraba con sus peros y que te quería sin amarte.
Y sabes esa sensación de regalar tu tiempo, de regar las flores en un desierto marchito.
Ese sentimiento de que no pierdes nada porque nunca ganaste.
Sabes ese agujero que te carcome el estómago, esa úlcera ensangrentada que sabes que te vuelve a salir una y otra vez y que nunca se cura definitivamente.
Esa llaga lacerada que como un tatuaje te impregna el alma y te lo amordaza.
¿Lo sabes?Porque si lo sabes, reconoces mi dolor a borbotones, mis lágrimas secas, el borrador de una vida que nunca existió, la historia que caduca en cada capítulo alimentando un bucle a ninguna parte.
A veces nos aferramos a lo miserable y lo miserable nos empapa, nos envenena.
Nos deja moribundos, noqueados en una revancha sin ganadores ni perdedores.
Hoy tiemblo, pero no tiemblo tanto como antaño.
He aprendido a reconocer los golpes y a reconocer a los perdedores.
A los jugadores de tercera de una liga en la que nunca hubiera jugado sin amor.
Y sabes esa sensación de cuando alguien solo piensa en sí mismo y es incapaz de dar de forma altruista sin medir cada paso.
Y sabes ese escalofrío que te recorre el cuerpo y te hace sentir imbécil una vez más.
Si lo sabes es que alguien te ha destrozado alguna vez tu corazón, si entiendes lo que escribo es que lo entregaste todo con alguien que solo estaba de paso.
¿Qué difícil reconocer al que está solo de paso, verdad? A ese personaje secundario sin atrezzo que te desvía de tu escena para hacerla profundamente dramática.
Hay rabia dentro de mi pero en realidad hay más pena, pena por haber errado,pena por la entrega.
Por hacer crecer flores en un corazón abarrotado de espinas.
Unos lo llaman hielo yo lo llamo pobreza, pobreza de espíritu, de vida, de entrega, de sueños..
Unos lo llaman fracaso, yo lo llamo perseverancia absurda.
Nunca me aprendí su teléfono ni su DNI, intuiría que era caduco como todo lo que se cifra.
Nunca me aprendí tampoco sus trucos malos.
Y ahora no importa porque la vida me devolvió una oportunidad para quererme.
Para quererme más que antes, para entender que nadie debe quedarse a mendigar a la puerta.
Que nadie debe pedir mantas cuando aprieta el frío, que nadie debe añorar que le incluyan en los sueños de otros.
Y no pasa nada, cuando todo acaba, sabes que empieza otro todo.Y da vértigo y hasta naúseas.Y te da un dolor de pecho que no cesa.
Y algunos se alegran y otros se quedan sin que se lo pidas, contigo.
Y los que te quieren vuelven a levantarte aun sabiendo que te fascinan los perdedores como él.
Los perdedores que no despeinan y se quedan en el bordillo, los que prefieren tirar la piedra y esconder la mano.
Los que te dejan en la cuneta sin frenos…y no les importa verte derramar esa última lágrima.